Otro año que se acaba y otro año en que nuestra vida ha cambiado. Especialmente la mía… Hace ahora doce meses, estaba gestionando el cierre de Alice en España con una perspectiva más que negra del negocio en EE.UU. De repente, perdí mis ahorros (invertidos en Alice), mi trabajo y, creía, mi reputación. Hasta ese momento ningún proyecto me había salido mal. La verdad es que fue un muy mal trago… Tener que despedir a todos los trabajadores (para mí, amigos), tener que gestionar las tensiones de una situación así, tener que decir a los inversores que probablemente perderían todo su dinero, tener que enfrentarme a la cuestión de explicar qué habíamos hecho mal para que un proyecto tan prometedor acabase así…
En fin, la cosa no fue tan mal luego. Los inversores y los compañeros comprendieron perfectamente la situación y todos aceptamos con resignación y relativo buen humor el fin de un sueño. Los compañeros de profesión y los periodistas, lejos de lanzar críticas despiadadas, consideraron el valor que suponía haber pasado por una experiencia tan dura y compleja más como algo positivo que como una tara insalvable. Por mi experiencia, sí debo decir que en España se está superando, por suerte para todos, el estigma de poner la etiqueta de “fracasado” a alguien que le ha salido mal un proyecto. Supongo que es algo por lo que casi todos, más tarde o más temprano, vamos pasar en nuestra vida laboral.
En esa tesitura me surgieron varias oportunidades de lanzarme de nuevo a emprender y a dirigir proyectos digitales en grandes compañías o liderar startups de ecommerce. Francamente, tras 13 años ininterrumpidos de estar en primera línea de batalla en proyectos de comercio electrónico, no tenía ni un ápice de ganas. Así que decidí probar suerte con otra locura. ¿Podría ayudar a otros emprendedores a montar su startup sin necesidad de involucrarme de primera mano en la gestión? ¿Podría ganarme razonablemente la vida haciendo algo así durante una temporada?
En este periodo vital en el que me encuentro, este tipo de trabajo tiene grandes ventajas con respecto a lo que había hecho hasta el momento:
- No tienes responsabilidad sobre ventas, ni cuentas de resultados. No haces presupuestos, no discutes con nadie por ese motivo… Tampoco haces planes a cinco años o estimaciones de caja y no creo que lo fuese echar de menos… ;o)
- No tienes personas a tu cargo. No discutes por subidas anuales, nuevas contrataciones, despidos… Ni por celos, líos organizativos, cuestiones de reparto de tareas ni por cargos o puestos en organigramas.
- No tienes un horario, ni una oficina a la que ir. Nadie a quien rendir cuentas o justificar si te coges un día o una semana libres.
No suena mal ¿eh? ;o)
Desventajas hay una principal: la inestabilidad. ¿Seré capaz de ganarme la vida así? Tras perder los ahorros en la última aventura no te puedes andar con muchas tonterías, claro. Sin embargo, si lo piensas bien, ¿quién tiene estabilidad y seguridad hoy en día? La verdad es que me sentía y me siento confortable con mi capacidad de ganarme la vida de un modo u otro. Cierto es también que no tenía ni un ápice de miedo a esta situación así que… ¡A por todas! Decidí probar y ver.
Pues bien, tras doce meses de aventura, tengo que decir que la experiencia es fantástica. No perfecta, pero mucho mejor de lo que me esperaba. Desde casi los primeros meses he tenido clientes (para mí casi amigos, o sin casi) con los que he colaborado y sigo haciéndolo. En la mayoría de los proyectos en los que he participado sigo haciéndolo. Sólo con dos de ellos, dos de los primeros, por circunstancias diferentes, hemos decidido mutuamente dar una “tregua” a la colaboración para volver más adelante con más fuerza. El tema funciona. Me encanta y creo que, de verdad, estoy pudiendo ayudar. Es muy gratificante y me divierte.
Es más duro de lo que pensaba. Mi agenda ahora es un caos y casi nunca puedo coger el teléfono ya que me paso el día reunido con mis clientes. Además, el tiempo cunde menos de lo que te imaginas, se te escapa entre los dedos sin enterarte. Me paso el día en el coche de un sitio a otro y ¡me gasto una pasta en parking!
En todo caso, el balance es increíblemente bueno… Además, en lo personal también es mejor. Sigo trabajando muchísimo, quizás hasta más incluso, pero veo mucho más a mis hijos a los que llevo todos los días al cole y, aunque a duras penas, soy capaz de sacar algo de tiempo todas las semanas para hacer deporte. Me he acostumbrado a vivir así y, aunque no tengo ni idea por cuanto tiempo seguiré de este modo, de momento continuaré.
Os deseo a todos un 2014 lleno de alegrías, retos y proyectos, profesionales y personales, cumplidos.
¡Feliz año 2014!
Enhorabuena Nacho, no ha sido nada fácil por lo que veo, te deseo éxitos para el 2014! Saludos 🙂
Muchas gracias!!!